Pocos temas habrán encontrado más desarrollo e investigación en el nuevo milenio como el del nacionalismo. Así a los trabajos más clásicos sobre el nacionalismo español y los nacionalismos periféricos a lo largo y finales del siglo XIX se le han añadido nuevas aportaciones que tratan de dar cuenta de la actual y la pretérita configuración de nuestro Estado. Así, no sólo habría que explicar los nacionalismos españoles franquistas sino también la aparición de los múltiples movimientos e instituciones regionalistas que dieron lugar en los ochenta al Estado de las autonomías. Este tipo de cuestiones se han afrontado bien a partir del estudio de las culturas políticas del fascismo y del nacional-catolicismo bien a partir del análisis del andalucismo y de la política territorial de la UCD o el PSOE. Mas Xosé-Manoel Núñez Seixas en su última obra –Imperios y danzas– nos propone una aproximación de largo recorrido que valore la relación con las diferentes regiones del nacionalismo franquista y “los orígenes franquistas del café para todos”.
Imperios y danzas se despliega a lo largo de 307 páginas, estructurándose en seis capítulos a los que hay que añadir una pequeña introducción de carácter teórica. Núñez Seixas nos propone estudiar la relación del nacionalismo falangista con la pluralidad territorial española entre 1930 y 1975. Así, el primer capítulo está dedicado a la crisis de la España de Primo de Rivera y la II República. En ese periodo nacerían toda una serie de iniciativas “proto” y “pre” fascistas que aportarían diferentes soluciones a la cuestión territorial. No obstante, el propio devenir de la República y de los estatutos de autonomía dio lugar a un posicionamiento nítido por parte de los fascistas españoles: “Pluralidad imperial y nacionalismo español expresado en clave local y regional, sí; pero oposición frontal a los estatutos de autonomía”. El segundo capítulo aborda la cuestión regional y los nacionalismos periféricos durante la Guerra Civil estableciendo una distinción clara entre las propuestas de Falange o de los grupos de ultraderecha y la política real puesta en marcha por el Ejército que se caracterizó por una “apuesta decidida, con matices varios, por la recentralización del Estado, por su homogeneización cultural y por la necesidad de un castigo ejemplar al separatismo de la periferia”. No obstante, el problema territorial no quedaba zanjado con esa realidad, sino que Núñez Seixas nos muestra cómo existían diferentes interpretaciones de la actitud de los diferentes territorios hacia el Alzamiento y de la relación de éstos entre sí a lo largo del conflicto. La solución final adoptada por la dictadura fue la de la recentralización a partir de un tratamiento simétrico de las diversas provincias sin establecer ningún tipo de institución de ámbito supraprovincial. Así, el “régimen se aferró a la provincia como mal menor”.
Los siguientes tres capítulos, del tercero al quinto, analizan tres aspectos distintos del nacionalismo falangista con respecto a los diferentes territorios y naciones/regiones. En primer lugar, se analiza el problema de las lenguas prestando atención a la imposición a partir de 1937 del castellano fuera del ámbito familiar. No obstante, existieron sectores falangistas, y de otras familias políticas, en Galicia, País Vasco o Cataluña –e incluso en otras regiones como Valencia, Mallorca o Asturias– que defendieron el uso público de los dialectos. De poco sirvió, se impuso el “si eres español, habla en español”. El siguiente capítulo analiza la relación de la dictadura con la aparición de múltiples relatos e instituciones culturales locales dedicadas a la historia. Así durante el primer franquismo proliferaron los relatos territorializados que intentaban complementar la narrativa maestra de la nación española. Diferentes intelectuales e historiadores falangistas intentaron demostrar la relevancia de las aportaciones de diferentes territorios no castellanos a la forja común de la historia de España. Esa realidad se vio complementada con otra política que fue la de promover de forma clara el cultivo de la historia local y provincial. Era esta opción una alternativa implícita a la historia de las regiones y ya desde la guerra civil se empezó a tomar desde las provincias rebeldes y liberadas. Ese cultivo dio lugar a toda una serie de instituciones dedicadas a fomentar los estudios locales como el Instituto de Estudios Canarios de La Laguna, el Instituto Fernán González de Burgos, el Centro de Estudios Montañeses de Santander etc. Estas instituciones darían lugar, con el tiempo, a la proliferación de Institutos de Estudios Provinciales. El quinto capítulo se acerca al regionalismo banal y a como las delegaciones de FET-JONS –Sección Femenina preferentemente pero también el Frente de Juventudes y la Obra Sindical de Educación y Descanso– utilizaron el folclore –los coros y danzas– para revitalizar el nacionalismo franquista. La idea, que entroncaba con algunas iniciativas anteriores de la ILE, era conseguir la regeneración a partir del conocimiento de la tradición y del acervo popular. Sin embargo, en todo ese proceso de recuperación hubo mucho también de reinvención y de performatividad. Así, los bailes se sometieron a una fuerte censura moral y se fijaron versiones estandarizadas del folclore de cada región. Así, en un momento dado la mayor inquietud de los grupos de Sección Femenina no era tanto recuperar piezas populares como elaborar composiciones dignas para el público culto y de clase media de su provincia. No obstante, esos Coros y Danzas solían estar destinados, fundamentalmente, al público interior –si bien Sección Femenina también tuvo éxito en el exilio Latinoamericano– para el turismo europeo el flamenco era el producto estrella aderezado de toros, gastronomía y playas.
Finalmente, el sexto y último capítulo se introduce en el regionalismo funcional y en como esas formas de regionalismo facilitaron que finalmente se adoptara la fórmula del café para todos. Así, la presión ejercida por los renacidos nacionalistas subestatales, sobre todo en el País Vasco y Cataluña, dio lugar a que algunas elites políticas e intelectuales de otros territorios alimentaran un sentimiento de agravio comparativo. Así la estrategia discursiva que siguieron no fue reivindicar ser naciones o comunidades diferenciadas sino, al contrario, ser tan españoles o más que aquellos territorios ser, por tanto, “merecedores del mismo nivel de autogobierno”.
Imperios y danzas afronta un tema bastante inexplorado en la historiografía española, a saber, el carácter regionalizado de algunos nacionalismos franquistas e, incluso, del fascismo. Un aporte sustancial en una historiografía donde se ha defendido el carácter fascista del franquismo a causa de su naturaleza centralista. Como bien nos muestra Xosé Manoel Núñez Seixas la realidad histórica fue más compleja y la relación del fascismo con las regiones y con lo local/ provincial también. Si quieren aprender sobre todo ello no dejen de leer el libro. No les defraudará.
Óscar Rodríguez Barreira