El libro de Xavier Domènech es una de las obras más completas y actualizadas para entender lo que fue el movimiento obrero y el impacto que tuvo en España durante la dictadura franquista. La obra supone para el autor completar una larga trayectoria investigadora en referencia al movimiento obrero desde el análisis de la historia social. De hecho, como él mismo comenta, sirve para completar una de sus obras anteriores Cambio político y movimiento obrero bajo el franquismo (Icaria, 2021) y, por tanto, terminar de abordar un objeto de estudio al que ha dedicado más de una década.
El libro evoca inevitablemente a la obra Formación de la clase obrera en Inglaterra (1963) de E.P. Thompson, de hecho, es la construcción de la clase obrera en España uno de los elementos que de manera más elocuente ha descrito Domènech en su trayectoria como historiador. Respecto a esto, el autor identifica la acción humana como el elemento clave en el análisis del movimiento obrero como sujeto, de manera que rechaza abiertamente que la clase deje de ser algo relacional y sea simplemente una identidad, como ha sido sostenido por una parte de la historiografía. Según Domènech, las formas y contenidos de la construcción social y cultural de la clase obrera pueden variar en función del territorio de procedencia, tal como ocurre en el caso español. Esto, sin embargo, enraíza en realidades diversas que desarrollan una conciencia compartida que identifica a sus miembros como clase.
En su análisis, Domènech muestra como hay una formación tardía de la clase obrera en España, pero sujeta a dinámicas de aceleración que implican a su vez una alteración abrupta del escenario de producción y consumo donde se desarrolla. También explica la importancia de la cultura y los valores rurales y como estos son exportados a los principales núcleos urbanos durante la dictadura, especialmente a los suburbios donde mayoritariamente vivía una clase trabajadora para la cual las redes de apoyo mutuo revelaban ser una de las principales estrategias de supervivencia. Dentro de la cultura obrera, permaneció además el recuerdo de la derrota durante la guerra civil española, lo cual no fue un impedimento para poder incidir en la política durante la dictadura, especialmente en las relaciones laborales.
En este sentido, Domènech pone en el centro del análisis al movimiento obrero, pero no sólo en su concepción como tal, también en la capacidad de incidencia que tuvo durante el periodo. Al respecto, explica cómo se genera y desarrolla la conflictividad obrera y sus resultados palpables, por ejemplo, los Convenios Colectivos de 1958. En esta línea de interpretación remarca el papel activo del movimiento obrero, de manera que la expansión de la protesta durante los sesenta no fue fruto del marco político sino al revés. En definitiva, el autor analiza como el movimiento obrero atesoró importantes cotas de éxito en las diversas estrategias que desarrollo, desde la conflictividad “por oleada” hasta la incidencia en el sindicato vertical.
En el análisis de la conflictividad obrera, Domènech cuestiona muchas de las referencias bibliográficas que han tratado el tema y que han focalizado sus análisis en interpretaciones sujetas a criterios de finalidades meramente políticas o económicas. Según el autor, estos análisis cuantitativos dejan fuera la complejidad de los procesos analizados e incluso de los protagonistas que realizan la acción, de manera que se deben tener presente varios ejes analíticos, incluidos el tiempo, que interfieren en la acción colectiva y que hacen imposible analizarla desde categorías estancas. En este sentido se cuestiona por ejemplo la reducción de la conflictividad obrera en 1975, seguramente afectada por el contexto de recesión económica pero donde se debe analizar también la subida de la intensidad de los conflictos, relativas al número de trabajadores implicados y horas de trabajo perdido, entre otras.
Un elemento que también señala Domènech es el hecho de que el conflicto obrero, razón de ser del movimiento, no es algo estático en su clasificación durante el franquismo, sino que muta en diversos momentos y que tendrá como uno de sus principales frutos la extensión de una cultura de la protesta. Esta cultura de la protesta se convertirá en un elemento característico dentro de la década de los setenta, estableciéndose como un elemento compartido dentro del antifranquismo y no sólo.
Domènech también analiza los proyectos de pervivencia del régimen y como estos fueron resultados de la acción antifranquista, especialmente del movimiento obrero y vecinal, que jugaron un papel primordial en la no continuidad de la dictadura, aunque no lograron su colapso. El autor huye de la consideración de familias ideológicas o de la “pluralidad imperfecta” del régimen, donde se sitúa a sectores “aperturistas”, que recurrentemente son usados para crear un relato legitimador por el cual la democracia emana del propio régimen.
El último gran sujeto de estudio del libro es el empresariado. Domènech en el libro cuestiona la imagen de este como un grupo privilegiado sin poder de acción durante la dictadura. Remarca la idea que el franquismo era un régimen de clase donde el empresariado, representado incluso en las cortes franquistas, fue beneficiado en todo momento. De hecho, explica como fue común dentro de la cultura obrera el identificar al empresario como sinónimo de franquista. Domènech muestra como los empresarios no actuaron de manera conjunta hasta que se sintieron realmente que la amenaza obrera les puede sobrepasar de alguna manera. En este sentido, será 1977, la “hora de la rebelión de los empresarios”, cuando sienten el miedo a la posibilidad de una gran central sindical obrera. Un movimiento obrero con una amplia dimensión anticapitalista y que fue actor fundamental del proceso de transición.
En definitiva, el libro de Domènech es una obra de referencia para el estudio del movimiento obrero en España y de la dictadura franquista. Un libro que se debe situar dentro de las coordenadas de la historia social donde el conflicto ejerce como elemento central del análisis y la construcción del relato histórico. Es por tanto, una aportación más a la prolífica historia social que comenzó a despegar en la década de los noventa.
Carlos Ángel Ordás García
Universitat Autònoma de Barcelona