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José Antonio Castellanos López | Carrero Blanco. Historia y memoria | 2023

De entre los que podemos considerar como “grandes personajes públicos” de la política española del siglo XX, Luis Carrero Blanco ha ocupado posiblemente uno de los lugares de preferencia en la memoria colectiva. Lo ha hecho, sobre todo, a partir de su aparatoso magnicidio el 20 de diciembre de 1973, con consecuencias innegables en el desarrollo histórico posterior tanto del franquismo, de la posterior transición política y, por otro lado, del propio devenir del terrorismo de ETA y sus propias estrategias, como ya analizó de manera magistral Antonio Rivera Blanco (20 de diciembre de 1973. El día en que ETA puso en jaque al régimen franquista, 2021). Sin embargo, el asesinato de Carrero Blanco, instalado en la memoria colectiva de los siglos XX y XXI ha eclipsado, en gran medida, el propio valor histórico de quien fue, en rigor, el gran estratega del régimen de Franco. José Antonio Castellanos, en su reciente monografía aborda, precisamente, el reto de situar a Carrero en la doble vertiente entre la historia y la memoria. En apenas doscientas páginas, Castellanos logra cumplir su objetivo al hacer un retrato sintético pero certero del que fuera vicepresidente y, durante aquellos 194 días de 1973, presidente del Gobierno de la dictadura franquista.

De este modo, Castellanos divide su monografía en dos partes bien diferenciadas: una primera, que abarca los cinco primeros capítulos, en la que el autor hace un recorrido por la trayectoria de Carrero Blanco en el seno de los distintos gobiernos franquistas que él mismo contribuyó a crear o, llegado el momento, hacer caer. El carácter determinante de Carrero en los complejos juegos de equilibrios entre familias del régimen queda fuera de toda duda, tal y como plantea José Antonio Castellanos, pero además se hace hincapié en la nula representatividad del marino santoñés en ninguna de las facciones del régimen (algo que no sólo se reitera, sino que se plasma con especial insistencia en la segunda parte del libro). Su ascendiente, y no es poco señalarlo, se concentraba en el propio dictador, puesto que la confianza que Franco tuvo en Carrero y sus decisiones fue total, algo que demuestra con tanta precisión como claridad el autor de la monografía.

Así, el final del aislamiento de España tras la Segunda Guerra Mundial, el acercamiento a los EE.UU. y al Vaticano, así como las reformas legislativas que permitieron la institucionalización del Estado (en la que Castellanos más se detiene, por otro lado, es la relativa a la Ley de Sucesión de la Jefatura del Estado y la designación de Juan Carlos de Borbón como Príncipe de España en julio de 1969), o el inicio del conocido como “desarrollismo” franquista no pueden entenderse sin las maniobras y tácticas en la sombra del marino santoñés, siempre en un segundo plano y con una fe inquebrantable en la obra del régimen surgido del golpe de Estado del 18 de julio de 1936. Inmovilista convencido, ferviente católico y monárquico a su manera (es decir, persiguiendo la “instauración” de una monarquía fiel a los principios del Movimiento Nacional y las Leyes Fundamentales del Reino), Carrero Blanco fue, y no es exagerado señalarlo, la “eminencia gris” de Franco desde 1941 hasta su asesinato a manos de la banda terrorista ETA en 1973. La memoria posterior en torno a su figura, convertida en un verdadero lieux de mémoire, desde 1973 hasta 2023, sin embargo, queda empañada por el magnicidio y por las distintas miradas que se han aproximado al personaje histórico, y en ello se centra el autor a lo largo de la segunda parte de la monografía.

El magnicidio de Carrero Blanco a manos del comando Txikia de ETA durante la llamada “Operación Ogro” y su tratamiento posterior en la literatura, el cine o, incluso, las actuales redes sociales, supone la piedra angular del argumento del autor sobre la complejidad de abordar al personaje desde el análisis histórico: su condición de víctima (del terrorismo de ETA) y victimario (perteneciente a un régimen dictatorial cuya utilización de la represión violenta y la fuerza en materia de orden público han sido ampliamente trabajadas y, por otro lado, de las que Carrero Blanco era un firme partidario). Los debates en torno a su figura, más allá de 1973, van a pivotar siempre entre estas dos facetas, la de víctima y la de victimario, y serán sus detractores o defensores los que alimenten una u otra vertiente con mayor interés. Ambas caras de este “Carrero bifronte” son las que han construido, hasta la actualidad, la memoria colectiva sobre Luis Carrero Blanco y condicionan, por otro lado, las aproximaciones a su importancia como sujeto y objeto para la comprensión y conocimiento históricos de buena parte de la dictadura franquista, sus crisis internas o el papel que, sobre todo desde mediados de los años sesenta, jugó la oposición antifranquista. Asimismo, se dedica un espacio en la monografía a los lugares de memoria que aún sobreviven a las Leyes de Memoria Histórica y Memoria Democrática, con especial interés en el monumento al marino que se erigió en su Santoña natal y que es una muestra clara de los debates actuales sobre la memoria, sus espacios y la búsqueda de resignificación o eliminación de aquellos lugares dedicados a pasados totalitarios (véase la aportación de Núñez Seixas, Guaridas del lobo: memorias de la Europa autoritaria, 1945-2020, 2021).

Así todo, y en un esfuerzo enorme tanto de síntesis como del análisis riguroso que sólo puede ofrecer un profesional de la Historia, José Antonio Castellanos diferencia la historia y la memoria de Carrero Blanco, pero sin separarlas abruptamente, de tal modo que su obra termina por convertirse en un referente obligado, desde el presente y como indudable enseñanza para comprender las siempre complejas interrelaciones pasado-presente-futuro que operan en el conocimiento histórico. Un ejemplo de este interés por interrelacionar las temporalidades que conforman “lo histórico” lo encontramos en el breve, pero muy enriquecedor, uso de los contrafactuales para presentar la pregunta que, desde medios de comunicación, una parte de la historiografía y, en fin, el ámbito de la memoria pública sobre Carrero Blanco, hemos tendido a hacernos todos en algún momento: ¿qué hubiera pasado si, el 20 de noviembre de 1975, Carrero hubiera sobrevivido al dictador? Ante la duda, y huyendo de teorías de la conspiración y sensacionalismo pseudohistórico, lean a José Antonio Castellanos.

Jesús Movellán Haro
Universidad de Cantabria/Univ. de La Rioja (Grupo HICOS)

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