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Jesús Casquete (ed.) | Vox frente a la historia | 2023

Desde aquel vídeo de campaña, tan cidiano como tolkiano, en el que Santiago Abascal se lanzaba a la (re)conquista de España (en 2018), con paso previo por Andalucía, donde la cosecha electoral autonómica (casi 400.000 votos y 12 escaños) significó la irrupción de Vox en el tablero político nacional, hasta el más reciente montaje Viva 22. La historia que hicimos juntos organizado en el espacio Mad Cool de Valdebebas para la celebración del día de la Hispanidad de 2022, es evidente que Vox se empeña en patrimonializar cierto relato histórico. Si bien este empeño le distingue de otras formaciones políticas españolas, esto le asemeja a otras muchas formaciones de extrema derecha a nivel internacional. Es ya mucha la literatura que viene constatando tal hecho, pero no es tanta la producida por historiadores profesionales para analizar este tipo de usos del pasado. Quizá sea en Francia donde más se ha hecho en este sentido desde mediados de los años 2000. Entre las muchas iniciativas, conviene señalar dos libros publicados por colectivos de historiadores. El primero fue relativo a la visión de la historia de Nicolas Sarkozy, cuando este presidente pretendía edificar una Maison de l’Histoire de France que fuera la caja de resonancia de un relato destinado a cuidar de la identidad nacional (Comment Nicolas Sarkozy écrit l’histoire de France, París, Éditions Agone, 2008). El segundo libro está dedicado a contrarrestar las manipulaciones históricas de Eric Zemmour, que ha concurrido a la última elección presidencial situándose a la derecha del ya extremista Frente Nacional, y bajo unas siglas partidistas, Reconquête, que nos devuelven a España de alguna manera (Zemmour contre l’histoire, París, Gallimard, 2002). Nos devuelve a España también lo que permite constatar la cronología de estos dos libros: si la extrema derecha ha convertido la historia en un elemento definitorio de su identidad, tal senda fue abierta por lo que se podría llamar la derechización de una derecha de gobierno tentada por el populismo. Frente a esta tendencia, la reacción de historiadores profesionales responde a una doble motivación, la del imperativo científico y la de la responsabilidad cívica. Es esta misma doble motivación la que ha llevado un grupo de historiadores españoles, coordinado por Jesús Casquete (UPV/EHU), a radiografiar el discurso histórico promovido por el partido liderado por Santiago Abascal: Vox frente a la historia (Madrid, Akal, 2023).

Para un historiador profesional el formato del libro podrá parecer frustrante. La radiografía se lleva a cabo a través de trece capítulos cortos y con pocas referencias más allá de las estrictamente necesarias. Esto mismo le convierte sin embargo en un libro muy manejable para el gran público, más acostumbrado a leer una prosa de análisis histórico a menudo producida por historiadores no profesionales. Conviene por tanto saludar el esfuerzo realizado por los autores, quienes, sin renunciar en nada a la esperable exigencia académica, logran así un formato editorial asequible. Con ello se ofrece al lector dos recorridos de análisis. El primero pone en evidencia la selección a la que ha procedido Vox en su lectura de la historia patria, cada hito de la misma dando lugar al contraste entre el relato manejado y el estado de la cuestión. Frente a la exaltación de la «Reconquista» (Alejandro García Sanjuán), del reinado de los Reyes Católicos (Ana Isabel Carrasco Manchado) –estos dos historiadores promueven actualmente que se modifique la segunda acepción de la voz «Reconquista» en el diccionario de la Real Academia Española, para evidenciar que se trata, no de un hecho, sino solamente de una «noción historiográfica»–  y de la conquista de América (José María Portillo), resulta llamativa la complicada integración del constitucionalismo liberal de Cádiz en el relato (Juan Luis Simal). En cuanto a la figura de Franco, a la guerra civil y a la dictadura, Vox alterna entre un discurso críptico (Matilde Eiroa San Francisco) o un declarado revisionismo del que no ha sido el primer promotor (Julián Casanova). El segundo recorrido de lectura es más transversal. Se inicia con una contextualización del recurso a la historia por Vox como arma ideológica en el marco de las supuestas guerras culturales que ha de liderar (Mateo Ballester Rodríguez, del que es de recordar el artículo «Vox y el uso de la historia: el relato del pasado remoto de España como instrumento político», publicado en 2021, en un dossier monográfico de la revista Política y Sociedad dedicado a esclarecer las nuevas orientaciones de la extrema derecha global). El resto del recorrido atiende principalmente al nacionalismo de Vox, con propuestas que analizan sus intentos para acaparar los símbolos nacionales (Javier Moreno Luzón) o la festividad del 12 de Octubre (Marcela García Sebastiani), su promoción de una narrativa nacional, en que la épica marida con el folklore patrio (Jesús Casquete, autor además de la introducción como coordinador del volumen), y conlleva el establecimiento de un canon literario (Zira Box). El recorrido culmina con la crónica de la movilización de historiadores contemporanéistas para desmontar los argumentos de Vox, que fueron avalados por el PP y Ciudadanos en el Ayuntamiento de Madrid, cuando su decisión de 2020 de retirar los nombres de Francisco largo Caballero y de Indalecio Prieto de su callejero, una decisión finalmente anulada por sentencias judiciales en 2022 (Eduardo González Calleja), y de nuevo el 16 de junio de 2023.

Aunque estos dos recorridos no agoten el tema tratado en este libro –por ejemplo se podría haber incidido en más temas medievales, ahondado en la peculiar geografía histórica que va creando el relato, analizando su semántica, o también las formas y soportes de comunicación elegidos para difundirlo, o esbozando un cuadro comparativo del manejo de la historia por parte de todos los nacionalismos actualmente enfrentados en España que permitiera observar los puntos de encuentro y de desencuentro–, es ya mucha la materia aquí reunida. Su lectura me sugiere dos observaciones globales. La primera es que Vox no ha inventado nada en realidad. Su fidelidad a esa «historia contada por nuestros padres» —que rechaza por tanto cualquier modificación del relato– no es más que una fidelidad a ultranza a aquella historia que fue contada en las aulas durante el franquismo. Vox rehabilita por tanto un cuerpo de doctrina. Y este fue a su vez estrictamente dependiente de aquella historia nacional que se fue elaborando a partir del siglo XIX y que se convirtió en una suerte de ADN del nacional-catolicismo. Tal fosilización cuestiona, en especial al cuerpo de historiadores profesionales del que formo parte, en mi caso, tanto en España como en Francia: ¿Hemos fallado al no ser capaces de construir colectivamente, sobre la base de los avances historiográficos logrados, un relato alternativo y de hacerlo llegar a la ciudadanía? Mi segunda observación versa sobre la eficacia del relato rehabilitado por Vox. Aunque se brinden algunos datos en el libro, que apuntan a un claro efecto electoral, gustaría disponer de más información, y quizá convendría inventar una metodología que no se reduzca a encuestas de opinión. ¿La idea de «Reconquista» moviliza más allá del circulo de los votantes a este partido ya movilizados? ¿O sirve sobre todo para mantener movilizado a ese grupo troncal, para mantenerlo en la visión de una nación asediada, que reclama por tanto que sea defendida contra todo y contra todos, incluso hasta el sacrificio? Probablemente haya también muchos votantes de izquierda que tengan la misma idea de la «Reconquista» que un votante ya histórico de Vox, ¿pero es ese discurso, que tiende a abolir la diferencia entre pasado y presente, el que puede llevar a un antiguo votante de izquierda a votar a Vox, o al PP? ¿En que medida este tipo de relato influye en el trasvase de votos que se viene observando tanto en Europa como en España? Desde este punto de vista puede ser interesante observar de nuevo los resultados de los candidatos de la extrema derecha francesa en la primera vuelta de la última elección presidencial: Eric Zemmour, el que más ha hecho por articular su candidatura con un relato histórico, publicando él mismo libros de significativo éxito editorial, cosechó solamente el 7,07 % de los votos, mientras que Marine le Pen, muy alejada del laberinto parahistórico en el que se encontraba su padre, logró el 23,15 %. Comparados con los resultados logrados por Philippe de Villiers, también adicto a escribir libros de historia y empresario de historias a través del Puy-du-Fou (señalemos el reciente libro colectivo dedicado a analizar el guion del montaje francés, Le Puy-du-Faux. Enquête sur un parc qui déforme l’histoire, París, Les Arènes, 2022), que fue candidato en las elecciones presidenciales de 1995 (con el 4,74 % del voto) y de 2007 (el 2,23 %), los resultados logrados por Eric Zemmour son sin embargo ciertamente mejores: en número de votos, si se compara el resultado de los dos candidatos en 1995 y en 2022, el aumento es de un millón de votos, con 1,44 millones par el primero y 2,485 millones para el segundo. ¿Pero se debe tal aumento a la manera con la que Eric Zemmour tuvo de escenificarse como un nuevo Charles de Gaulle, lanzando su campaña mediante un vídeo que imitaba en sus formas el Discurso de Londres? ¿O más bien porque su discurso de sociedad había conservado la radicalidad de la que parecía haberse alejado Marine le Pen? En todo caso, tenemos un problema político, y es de saludar la aportación científica y cívica conseguida por este grupo de historiadores para entenderlo e intentar solucionarlo.

François Foronda
Université Paris 1 Panthéon-Sorbonne

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