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Ferran Archilés, Julián Sanz y Xavier Andreu (eds.) | Contra los lugares comunes. Historia, memoria y nación en la España democrática | 2022

La editorial Catarata nos brinda esta obra colectiva que reúne a 24 historiadores e investigadores en ciencias sociales y en la que se desmontan muchos de los grandes lugares comunes hondamente arraigados en el imaginario histórico español. Editada por los historiadores Ferrán Archilés, Julián Sanz y Xavier Andreu e impulsada desde el grupo de investigación de la Universitat de València “Derechas, género y nación en época contemporánea. Un enfoque transnacional”, en este trabajo un amplio y variado plantel de hasta 24 autores examina críticamente en otros tantos capítulos una serie de lugares comunes que no por machaconamente repetidos dejan de ser —como mínimo— simplificaciones de una realidad más compleja.

Abren los editores reconociendo la filiación intelectual de su libro con el conocido Diccionario de lugares comunes de Gustave Flaubert, una obra cáustica en la que el escritor francés retrata irónicamente muchas de las convenciones sociales imperantes en la Francia del II Imperio y la III República. En España ha sido el escritor y cineasta Rodrigo Cortés quien ha seguido la estela del novelista francés con su libro Verbolario (2022), consistente en un diccionario satírico que reúne más de 2.000 aforismos en clave humorística y poética.

En el caso de la obra que nos ocupa, el objeto de estudio es ese del lugar común analizado por Flaubert, pero aplicado en esta ocasión a la historia española, principalmente contemporánea. Se trata el de lugar común de un concepto en ocasiones excesivamente vago y difícilmente operativo que comparte características con otros conceptos con los que se encuentra emparentado, como los de tópico, estereotipo, cliché o mito. Por ello, tal vez lo que más se le pueda achacar a la obra en su conjunto es la ausencia de un marco teórico y metodológico extenso que clarifique la naturaleza y significado del concepto de lugar común. La inclusión de un apartado como el referido habría permitido profundizar en la funcionalidad epistemológica del lugar común como una representación simplificada y distorsionada de la realidad que permite entender simplemente realidades complejas, justificar un cierto orden social y orientar la acción humana en un sentido determinado. Sin embargo, no es el análisis en clave teórica del concepto de lugar común uno de los propósitos de la obra, y el concepto y lo que se quiere transmitir con él se entienden lo suficientemente bien y demuestran suficiente aplicabilidad en cada uno de los capítulos del libro.

Esos lugares comunes diseccionados a lo largo de la obra muestran una gran capacidad para configurar imágenes, valores y creencias compartidas, por lo que poseen en consecuencia una gran capacidad para influir sobre la acción humana. Muchos de ellos constituyen elementos largamente naturalizados e integrados en los relatos históricos, aunque otros tantos comenzaron a ser ya hace tiempo, y continúan siéndolo a día de hoy, objeto de intenso debate en la esfera pública. Consisten en ideas que aparecen por doquier: en medios de comunicación y en libros de texto, en bancadas y tertulias políticas, en pódcasts y redes sociales, en la barra del bar y en comidas familiares… aunque no escapan tampoco a permear los medios académicos propiamente dichos. Como subrayan los editores en la introducción, no se trata estos lugares comunes de simples “bulos”, “fakes” o “posverdades”, sino de relatos más elaborados basados en una cierta base factual y que suelen seguir una ilación argumentativa. También señalan que con este libro no pretenden ofrecer “una versión correcta” de la historia, sino simplemente conocer cómo se han construido históricamente estos lugares comunes y cómo han contribuido a apuntalar “un relato sobre la historia y el presente españoles que siempre ha tenido efectos políticos”. Así, frente a esos lugares comunes repetidos ad nauseam, los diferentes capítulos ofrecen  un contrapunto crítico que permite conocer el proceso histórico de construcción y las implicaciones que han tenido —y continúan teniendo— esos tópicos históricos.

El resultado es un libro coral y plural que, al tratar temas de gran relevancia social, interesará tanto al académico e investigador como al público generalista. Se compone de capítulos breves, pero claros, concisos, altamente explicativos y que proveen habitualmente de evidencia empírica que refuta los lugares comunes analizados. Esta estructura permite una lectura de conjunto o también por separado de los diversos capítulos. Los ya familiarizados con la temática tratada en cada uno de los capítulos puede que los encuentren excesivamente breves. Sin embargo, se gana con ello en sencillez y concisión; se opta sacrificar un tratamiento más extenso de cada uno de los temas a cambio de abarcar un mayor número de ellos. En cualquier caso, la bibliografía referida en cada uno de los capítulos remite a trabajos especializados para los que quieran profundizar en alguna de las cuestiones tratadas.

Se trata también de un trabajo novedoso en cuanto a su estructura y enfoque, por cuanto, hasta donde llega el conocimiento de quien escribe estas líneas, no existía en la historiografía española una obra colectiva que tuviera como objetivo específico el del análisis crítico de un conjunto de lugares comunes. Sí se podría considerar en cambio que este trabajo guarda algunos paralelismos con una obra recientemente aparecida en Francia y titulada Historia de los prejuicios (Histoire des prejugés, Les Arènes, 2023). En ella, un conjunto de 39 historiadores muestran cómo se han conformado históricamente y qué implicaciones tienen otros tantos prejuicios que definen, en un sentido muy similar al de lugar común, como “opiniones preconcebidas e infundadas”.

En el caso español, se analizan, como ya se ha dicho, 24 lugares comunes que son clasificados en cinco apartados que, a excepción de los dos primeros, más transversales a la Historia de España, hacen referencia principalmente a la Historia Contemporánea española (Segunda República y Franquismo y Transición) o a elementos particularmente pródigos a la creación de lugares comunes como lo son las identidades nacionales o la articulación territorial del Estado. Es cierto que el rosario de lugares comunes susceptibles de ser analizados resulta prácticamente inagotable. En una rápida reflexión vienen a la mente otros que podrían haber sido igualmente tratados, como los del carácter particularmente sanguinario de la Inquisición española, el de los afrancesados como traidores antiespañoles, el de las cortes medievales como cunas del parlamentarismo moderno, el del secular cainismo y guerracivilismo hispánico o el de la oposición socialista al sufragio femenino durante la II República, por ejemplo. En cualquier caso, esto es indicativo de un tipo de acercamiento con potencial para trabajos futuros, y en líneas generales el resultado es un trabajo coherente y compacto en el que los diferentes capítulos resultan equilibrados entre sí.

De este modo, el libro consigue mostrar, desmontando otro lugar común que en realidad recorre toda la obra, que España es un lugar tan afectado por los lugares comunes como cualquier otro. También que tampoco en España resulta sencilla la tarea de desterrar definitivamente del imaginario público los lugares comunes en general y los analizados en esta obra en particular. Muchos muestran una enorme capacidad de resistencia, seguramente debido a esa aludida funcionalidad epistemológica del lugar común por la cual permiten forjarse una idea general simplificada que ayuda, aunque sea de forma distorsionada, a racionalizar y justificar un determinado orden de cosas. Es por eso que resultan tan pertinentes iniciativas como la presente que contribuyen, si no a demoler definitivamente, sí al menos a cuestionar, complejizar y replicar esos lugares comunes. Por ello, contra los lugares comunes, más y mejor investigación y divulgación históricas.

Luis Ignacio Viana Ruiz de Aguirre

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