Desde finales del siglo pasado, a numerosos historiadores de habla hispana les ha resultado inadmisible la imposibilidad de leer en español una de las cumbres de la mejor historia cultural: Peasants into Frenchmen: The Modernization of Rural France (1870-1914), escrita por Eugen Weber y publicada allá por los años setenta. La editorial Penguin Random House, a través de su sello Taurus, y de la mano del extraordinario trabajo de traducción de Jordi Ainaud i Escudero, ha conseguido cubrir recientemente este incomprensible vacío.
Para poder comprender la dimensión de esta obra basta con explicar que ha sido clave para desmitificar teorías firmemente establecidas hasta fechas no tan lejanas. Sin ir más lejos ha sido fundamental para matizar o rechazar el mito de la fuerte nacionalización francesa desde finales del siglo XVIII, también para retrasar considerablemente el momento de la homogeneización lingüística del hexágono o para enriquecer el punto de vista de los historiadores con aspectos tan importantes como la educación, el folklore, las relaciones entre el campo y la ciudad, la influencia del ejército o la iglesia en diferentes regiones o las diferentes tradiciones de historia oral. Las diferentes teorías de la modernización en historia contemporánea, además, han tenido que tener muy presente el libro de Weber antes de llegar a conclusiones erróneas o caer en lugares comunes alejados del rigor histórico.
La carrera académica de Weber puede ser descrita como la de un historiador inconformista y militante, al que sus orígenes acomodados en su Rumanía natal no impidieron cuestionarse aspectos cruciales como las jerarquías sociales, las variadas y soterradas violencias contemporáneas hacia los de abajo y las diferentes pervivencias del Antiguo Régimen. Tras una sólida formación académica en Francia (Sorbona y Sciences Po) e Inglaterra (Cambridge), Weber inició un periplo docente en diferentes universidades anglosajonas que le llevaría a impartir su magisterio en los Estados Unidos (UCLA). Su obra ya era conocida en el viejo continente, no en vano había publicado en 1962 la obra L’Action Française, Royalism and Reaction in the Twentieth-Century, donde diseccionaba las ideas políticas de Charles Maurras y el funcionamiento de este movimiento político derechista francés. Su exhaustivo trabajo epistolar y hemerográfico llamaron la atención por su rigor y complejidad.
La obra que reseñamos en estas líneas se encuadra dentro de la mejor tradición de historia cultural. El libro está dividido en tres bloques bastante extensos que, a su vez, se subdividen en 29 capítulos. En el primer bloque Weber describe el estado en que Francia llega a 1870, esto es, el inicio de la Tercera República. Podemos encontrar aspectos tales como las formas de vida del campesinado en las diferentes regiones o el dominio del francés en los departamentos más alejados de París. También aparece un estudio pormenorizado acerca de la problemática de las medidas de origen medieval, vigentes y muy variadas dependiendo de cada región, a pesar de haber adoptado el sistema métrico decimal en tiempos de Luis Felipe de Orleans. Otro aspecto muy interesante es la desconfianza que los franceses mostraron durante la mayor parte del siglo XIX hacia los representantes del gobierno en los diferentes territorios: personas tales como jueces, recaudadores de impuestos, funcionarios o, simplemente, forasteros con un cierto nivel de cultura eran acogidos en muchas localidades con evidente desconfianza y hostilidad. Las leyes emanadas del parlamento de París a menudo eran burladas o desafiadas. Todo ello en un marco de frecuentes hambrunas, penurias económicas y de salud y donde el trabajo de las clases populares era agotador.
En el segundo bloque el autor realiza un análisis sobre los agentes del cambio. En él hace un recorrido por las infraestructuras clave en la Francia del último tercio del siglo XIX: las carreteras y el ferrocarril. Weber analiza los cambios económicos, pero también de comportamiento, de aficiones y culturales que estas mejoras conllevaron. La politización del pueblo francés, que muchos han creído bastante más temprana, es planteada en este bloque como algo más lento y pausado, además de desigual. También se incide en los diferentes niveles de politización que, en ocasiones, se producía en clave local o regional. Únicamente hacia finales del siglo XIX puede observarse una creciente identificación con la nación que conllevó a un incremento de la participación política, siendo el ejército un elemento clave. El proceso de implantar una escolarización nacional es, a mi juicio, el capítulo más interesante de este bloque. A un desconocimiento general del francés en muchas regiones por muchísimos alumnos, e incluso profesores, se sumaba un plan de estudios apartado de saberes básicos útiles para los campesinos. Cuando esto cambió en la década de 1880, la escuela nacional empezó a calar en la gran mayoría de la población, aceptando una mayor profundización en el estudio de la lengua francesa.
El tercer y último bloque nos presenta el resultado de la intervención de los agentes del cambio antes descritos. El autor hace un recorrido principalmente por aspectos folklóricos, como las fiestas y los populares charivaris, que fueron perdiendo fuerza conforme Francia se adentraba en el siglo XX. La sabiduría comunitaria de tradición oral, las veillées o reuniones de vecinos en los momentos que las tareas menguaban, o las canciones populares también fueron extinguiéndose paulatinamente. Francia se aproximaba a 1914 con unas estructuras de estado moderno, lingüísticas, culturales o sociales, mucho más recientes de lo que muchos historiadores han creído.
Toda la obra es completada con un ambicioso conjunto de mapas con gráficas y datos acerca de las diferentes temáticas tratadas. Tan importante como las conclusiones antes expuestas es el ingente volumen de ejemplos y datos recopilado. También cabe destacar la enorme cantidad de notas explicativas y de referencias bibliográficas. Estamos, pues, ante una obra capital para cualquier historiador o amante de la historia, y con unos argumentos que mutatis mutandis, podrían ser aplicados a muchas naciones europeas en el período entre siècle.
Julio López Íñiguez
Universitat de València