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Entrevista con Mónica García Fernández

Desde las circunstancias y necesidades demográficas de la inmediata posguerra o las consecuencias del crecimiento económico de la década de los sesenta hasta las demandas de secularización y democratización de la crisis del tardofranquismo, las características de la evolución de la dictadura se pueden explicar desde numerosas ópticas. En el caso de Dos en una sola carne. Matrimonio, amor y sexualidad en la España franquista (1939-1975), Mónica García Fernández permite comprender esas trayectorias, con sus cambios, resistencias y permanencias, a través de la investigación sobre los discursos y prácticas en torno a las relaciones sexuales y matrimoniales. Tradicionalmente relegada al espacio de lo privado y, por tanto, ignorada por la historiografía, la sexualidad se convierte en la protagonista de esta obra, trascendiendo los límites de la intimidad, para demostrar su importancia pública, moral, política y cultural.

Dos en una sola carne. Matrimonio, amor y sexualidad en la España franquista (1939-1975) es el resultado de tu tesis doctoral. ¿Cómo llegas a este tema? ¿Por qué era necesaria una investigación sobre la Historia del amor romántico y la sexualidad en la dictadura?

Llegar a las preguntas de investigación adecuadas me llevó bastante tiempo, pero su origen está en el que fue mi trabajo final del máster Erasmus Mundus en Estudios de las Mujeres y de Género, que defendí en la Universidad de Oviedo y en la Universidad de Hull en 2013 (algunos de los resultados de este TFM fueron publicados en la revista Ayer en 2017). En este trabajo analicé una serie de manuales sexuales para el matrimonio publicados entre los años cuarenta y los sesenta. El de los manuales sexuales es un fenómeno que no había sido estudiado para el caso del franquismo, aunque sí ha sido muy explorado en otros países. Me centré sobre todo en el análisis del discurso desde una perspectiva de género, pero me quedó cierta insatisfacción como historiadora, al resultar un análisis descontextualizado de sus significados históricos más amplios. Me pareció que estos discursos podían y debían situarse en un proceso histórico más general de cambios en la concepción del amor conyugal y que tiene un recorrido cronológicamente largo, aunque con retrocesos. Pensé que había que preguntarse por qué, desde finales de los años cincuenta, hay un especial interés por divulgar un discurso sobre la importancia del orgasmo femenino y la mutua satisfacción sexual en el matrimonio, por lo que este discurso tenía de similar o diferente con respecto a las ideas difundidas hasta entonces o en otros países, por lo que está diciendo de las inquietudes de la época sobre las relaciones de género y por cómo se trataba el mismo tema en otras fuentes. Y estas fueron algunas de mis hipótesis de partida para la tesis doctoral.

El tema de la sexualidad y el amor en el franquismo ha sido estudiado y cuenta con muy buenos trabajos. Sin embargo, con algunas excepciones, la mayoría de las investigaciones con las que contamos (algunas de ellas, tesis doctorales que no se han publicado y que, por tanto, no son fácilmente accesibles) se detienen en el primer franquismo y no abordan toda la cronología de la dictadura. Por tanto, no quedaban bien explicadas las transiciones entre los años cuarenta, los cincuenta y el tardofranquismo. Mi objetivo era hacer un estudio diacrónico que tomara una cronología amplia y se centrara especialmente en explicar cómo y por qué se produjeron cambios en las formas de entender el amor y la sexualidad a lo largo del franquismo.

A lo largo de la obra, relacionas las trasformaciones en la moral matrimonial y sexual con los cambios y procesos políticos, sociales y culturales del franquismo. ¿Se puede explicar la evolución histórica de la dictadura a través de los discursos sobre la familia y sobre las relaciones íntimas? ¿Qué papel juegan en esa evolución?

Evidentemente, ningún tema puede explicar todo, sino que es una pieza más de cualquier entramado histórico. Lo que he intentado mostrar es cómo las cuestiones relacionadas con la sexualidad y el amor no están aisladas de los procesos políticos, sociales y culturales del franquismo. Y, a la inversa, que para explicar estos procesos también deben tenerse en cuenta las transformaciones relacionadas con lo íntimo, lo familiar y los ideales de género; cómo estos también son motores de cambio. Las investigaciones sobre el género y la sexualidad en el franquismo ya han probado sobradamente cómo la “cruzada” contra la Segunda República se planteó también como una cruzada moral y cómo todo aquello que tenía que ver con las relaciones de género, el control de la sexualidad o el matrimonio estaban intrínsecamente ligados a la idea de nación de los que apoyaron el levantamiento militar y a su concepción de lo que debía ser la “nueva” España. Además, como explico en el libro, los cambios que se produjeron en estas formas de concebir el amor y el sexo en el tardofranquismo contribuyeron a erosionar el ideal nacionalcatólico del Régimen. Reivindicaciones relacionadas con estos temas, incluso entre sectores católicos progresistas, también incluyeron demandas de democratización y fueron vehículos a través de los cuales se criticó el nacionalcatolicismo y se exaltaron ideales de libertad individual que, en principio, parecían incompatibles con una concepción autoritaria de la política. La disidencia intelectual y religiosa contra el Régimen, que sí ha sido muy estudiada, se canalizó igualmente a través de ideas sobre el amor y la sexualidad. Como sabemos, también fueron aspectos importantes en los movimientos sociales de los años setenta, que exigieron mejoras sociales, laborales y políticas, pero también en el ámbito de lo íntimo y personal.

Para entender cuál era esta norma sexual y romántica, te has servido desde manuales de medicina hasta doctrina religiosa o cartas enviadas a consultorios de distintas revistas. ¿Cómo ha sido el trabajo con unas fuentes tan diversas? ¿Qué aportaba cada una?

Trabajar con fuentes diversas y abordar el mismo tema y preguntas de investigación en distintas fuentes ha sido lo más útil para apreciar matices, por ejemplo, entre la cultura intelectual y la popular, o entre los discursos reaccionarios y otros más progresistas. De ese modo puede verse una cierta diversidad entre las distintas formas de entender la sexualidad en el franquismo, apreciar fisuras y tener una visión más multidimensional y compleja. También permite ver las relaciones entre distintos discursos y las discrepancias entre las normas y las prácticas cotidianas.

Y esos discursos, ¿se correspondían con la realidad cotidiana? ¿Cómo ha sido analizar la comparación entre la teoría y la práctica?

Naturalmente, las prácticas y experiencias son mucho más complejas que los discursos normativos. En las fuentes orales e incluso en los consultorios sentimentales podemos apreciar las contradicciones y el pragmatismo que se imponían en la realidad cotidiana, por ejemplo, en relación con el control de la natalidad. Además, tampoco se trata de analizar la norma como algo que meramente se impone desde arriba, sino explorar cómo “teoría” y “práctica” podían estar, o no, interactuando o retroalimentándose.

Al contrario de la imagen homogénea y estática que se tiene del Régimen, tu obra muestra una moral sexual en transformación permanente.

Precisamente ese estado de transformación permanente era lo que más me interesaba explorar, pero hay que tener en cuenta que casi siempre se trata de cambios sutiles. Ello se ve, por ejemplo, en el caso del discurso religioso que, si bien continuó siendo conservador, ello no quiere decir que se mantuviera estático e impermeable, ni siquiera a principios del franquismo. La religión no pudo permanecer al margen de las transformaciones que se estaban produciendo en la moral sexual desde el siglo XIX y, aunque reaccionó con fuerza ante el desafío que supuso la sexología, el psicoanálisis, la eugenesia o el feminismo… no tuvo más remedio que adaptarse y apropiarse de algunos aspectos provenientes de las teorías y experiencias sexuales y emocionales modernas. Se trata de cambios pequeños que pueden pasar desapercibidos, pero que resultan evidentes en un estudio cronológicamente amplio. En la tesis y en el libro me interesaba explorar cómo se produjeron estas transiciones.

Y, rompiendo aún más con esa imagen, muestras una España de la década de los sesenta y setenta en la que reivindicaciones feministas como el uso de anticonceptivos estaban en el debate público. ¿Cómo se explica esto? ¿Qué papel jugó el feminismo católico en estas reivindicaciones?

Las reivindicaciones relacionadas con el control de la natalidad dentro de la comunidad católica no fueron necesariamente feministas en sentido estricto, aunque a menudo, en el caso de las intelectuales y activistas católicas, vinieron acompañadas de demandas que podemos considerar feministas. Lo que más bien apreciamos es que muchas mujeres creyentes demandaron ser madres (incluso ser madres prolíficas) en mejores condiciones materiales y emocionales, sin que ello supusiera renunciar a sus convicciones religiosas. Pidieron tener una mayor capacidad para controlar el tamaño de sus familias para que ello no repercutiera en su bienestar, en su salud y en las relaciones afectivas y sexuales con sus maridos, es decir, sin que tuvieran que interrumpir los encuentros sexuales para evitar un embarazo. Con ello también estaban reclamando cambios en la forma en la que las jerarquías eclesiásticas trataban a las personas católicas. Pidieron ser tratadas con mayor respeto e igualdad, que sus necesidades fueran escuchadas y sus experiencias validadas.

Otro de los puntos que destaca es cómo va cogiendo importancia el placer femenino en estos discursos. Pero, aunque esto nos parezca revolucionario, tenía sus «peros», ¿verdad?

La reivindicación del orgasmo femenino es algo que vemos incluso en discursos reaccionarios y patriarcales, así que aceptar la importancia del placer femenino no era necesariamente revolucionario y, en ocasiones, podía ser más bien lo contrario. Dicho de otra manera, el discurso católico conservador del franquismo no siempre se caracterizó por apoyar una concepción de feminidad asexual, como a veces se dice. A lo largo de todo el franquismo nos encontramos con autores conservadores que abiertamente critican la represión sexual, consideran que debe implantarse una educación sexual y defienden la necesidad de acabar con el “silencio” en materia de sexualidad, pero sin embargo tienen concepciones misóginas, homófobas y conservadoras sobre el sexo. También fue habitual que se entendiera que una cierta satisfacción erótica femenina podía servir para fortalecer el matrimonio cristiano patriarcal. No obstante, como defiendo en el libro, este tipo de ideas, aunque conservadoras, también pudieron abrir ciertas fisuras en el discurso sexual. Por ello es importante fijarse en los matices y en los significados, en su propio contexto histórico, de discursos que hoy nos pueden parecer conservadores.

Lo cierto es que conceptos como los de “represión” o “liberación” sexual no son del todo útiles como punto de partida para estudiar la moral sexual del franquismo y, en general, para entender la historia de la sexualidad, pues explican muy poco e implican una mirada teleológica desde nuestras subjetividades sexuales del presente. Por ello resulta más interesante cuestionarse estas subjetividades y preguntarse por cómo se han conformado. Esta propia concepción de la sexualidad desde los paradigmas de la “represión” y la “liberación” es un proceso histórico reciente, por lo que creo que es más útil historizar estos conceptos, ver cuándo empiezan a utilizarse, por qué y qué significados tienen o para qué sirven en su propio momento.

Para terminar, ¿te planteas seguir ampliando tus investigaciones en torno a la Historia de la sexualidad en la España Contemporánea? ¿Qué líneas o debates historiográficos están abiertos actualmente sobre estas cuestiones?

Todavía sabemos muy poco sobre las experiencias sexuales y amorosas del franquismo y esto es algo para lo que necesitamos trabajar con fuentes orales, fuentes judiciales, diarios, cartas y otras “escrituras del yo”, fuentes que no son fáciles de encontrar. También creo que desde la historia podríamos aprender de los estudios culturales y profundizar más en los productos de la cultura popular, que además son productos capaces de levantar muchas emociones, como la música, el cine o la literatura, incluidas las novelas más vendidas y leídas, no necesariamente las de mayor calidad literaria. No digo nada nuevo, pero creo que todavía se puede hacer más en este terreno en lo que se refiere a la historia del franquismo. Además de esto, para el proyecto postdoctoral que ahora mismo estoy llevando a cabo me interesa explorar las relaciones entre la religión y la “revolución sexual” de los años setenta y ochenta. Esta investigación supone una continuidad con lo que analicé para mi tesis doctoral e implica ver cómo la comunidad católica se enfrentó al desafío que supuso la revolución sexual, desde quienes reaccionaron con fuerza hasta, sobre todo, quienes buscaron vías intermedias y formas de compatibilizar la fe con las nuevas subjetividades sexuales y afectivas.

 

Leer la reseña de Dos en una sola carne. Matrimonio, amor y sexualidad en la España franquista (1939-1975)

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