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Entrevista con Julen Berrueta

Mayo de 1945. El Ejército Rojo se halla a las puertas de Berlín. El caos impera en el corazón de Alemania. En ese mismo momento, treinta y cinco españoles republicanos, instalados en suelo alemán tras ser transferidos como trabajadores por el régimen de Vichy, asaltan la embajada franquista que los diplomáticos habían abandonado a su suerte, e izan por última vez en territorio español la bandera republicana. Sin embargo, los soviéticos, por órdenes desconocidas, no dudan en arrestarlos y enviarlos a la URSS como prisioneros. Será en el Gulag, a miles de kilómetros de su país, donde coincidan con otros españoles, miembros de la División Azul, que habían luchado en el frente ruso junto a los nazis. Julen Berrueta rescata en su obra un episodio trágico y olvidado de los años centrales del siglo XX.

Un amigo en el infierno reconstruye, a través de la narrativa, la historia real de ese grupo de treinta y cinco españoles republicanos exiliados respaldada por la documentación. ¿Por qué optas por este formato para transmitir el relato de sus vicisitudes?

Hay que tener en cuenta que el suceso que se narra en el libro se enfrenta a un considerable vacío de fuentes históricas una vez los protagonistas cruzan la frontera de España con Francia. En este sentido, se conocen sus nombres y apellidos, así como sus orígenes o sus tendencias ideológicas. A raíz de mi investigación, que no es sino una continuación de las bases que sentaron Luiza Iordache o Secundino Serrano, he conseguido ampliar la información que se tiene acerca de algunos de ellos. Sin embargo, todavía existen grandes lagunas acerca de ellos.

Mi intención, más divulgativa que historiográfica, trata de otorgar un reconocimiento que no tenían estos republicanos que vivieron la Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría. De esta manera, la novela histórica y los elementos de ficción –siempre con el rigor histórico en el horizonte–, permiten llegar a un público más genérico. Si bien la parte de investigación está enfocada a la Academia y a su forma de hacer Historia, la novela histórica existe para llegar a todo el mundo.

En conclusión, mediante la ficción, el lector, sea el que fuere, puede conocer los detalles improbables pero posibles que pudieron padecer este grupo de 35 supervivientes republicanos.

La historia de estos exiliados republicanos encuentra su momento álgido en la toma de la embajada española durante la caída de Berlín, donde se alzará por última vez la enseña tricolor en territorio español.

La primera vez que se menciona la ocupación de la embajada es en 1956. El periodista Torcuato Luca de Tena escribió un libro tras una larga conversación con el capitán de la División Azul, Teodoro Palacios Cueto. El soldado, junto con otros divisionarios a sus órdenes, conoció durante su cautiverio en Oranki a este grupo de 35 republicanos.

Esta primera mención literaria se ha ido desgranando gracias a los historiadores que han profundizado en la presencia republicana en Berlín al final de la guerra. A partir de esta anécdota, son los documentos elaborados por la Dirección General de Seguridad que se hallan en el Archivo General de la Administración (AGA) los que evidencian este asalto republicano a la abandonada embajada franquista.

De hecho, fue esta gran desconocida hazaña la que me hizo rastrear a este grupo. ¿Cómo llegaron a Berlín? ¿Cómo marcharon a Moscú? Aquellos días en la embajada debieron suponer, sin duda, un punto de inflexión para el grupo.

Finalmente, su «odisea por la Europa de los totalitarismos» les hace caer víctimas de la represión soviética, hallándose en la paradójica situación de compartir cautiverio con miembros de la División Azul. ¿Cómo afrontas en tu obra esta curiosa circunstancia histórica?

En todo momento trato de seguir ese rigor histórico que considero tan importante. Según se puede atisbar en las fuentes, algunos republicanos terminaron renegando del comunismo y abrazaron el sistema franquista. Otros, la gran mayoría, rechazaron el estalinismo soviético, pero siguieron defendiendo ideales izquierdistas.

En consecuencia, son las reflexiones internas de Alfredo Morales las que plasman las opiniones contradictorias, los miedos, arrepentimientos, y afirmaciones que sin duda debieron afrontar los republicanos en el Gulag. Todo ello junto a unos divisionarios que tratan de seducirlos ideológicamente, y con quienes tienen sus más y sus menos.

¿Cómo podemos profundizar en las relaciones en el Gulag entre los republicanos y aquellos prisioneros del bando vencedor de la Guerra Civil?

La novela se inspira en las memorias que dejaron tanto divisionarios como republicanos. Como es evidente, hubo prisioneros de ambos bandos que prefirieron ir por libre. Algunos incluso trataron de ganarse el favor de los guardias del campo a costa de sus compatriotas. No obstante, la mayoría acabó entendiéndose para sobrevivir a una causa mayor. En los distintos campos en los que coincidieron los españoles se pusieron de acuerdo para declararse en huelga de hambre si las condiciones del Gulag no se revertían, y sucedieron diversos desacatos a la autoridad soviética.

En el caso de los 35 republicanos, es el capitán Palacios quien les ayudó a integrarse en el campo de concentración. Asimismo, varios de los divisionarios, experimentados en la guerra, decidieron renunciar a parte de su ración de comida diaria para que las mujeres y niños contaran con un plato más abundante.

En resumen, las dos Españas volvieron a encontrarse. Al menos por un tiempo, dejaron sus diferencias a un lado para sobrevivir al frío, al hambre y a las enfermedades.

El título de tu obra hace un guiño al libro de Torcuato Luca de Tena, Embajador en el infierno, posteriormente llevada al cine por José María Forqué. ¿Dialoga tu libro con la novela sobre el cautiverio del capitán Palacios?

El título es un guiño evidente al libro de Luca de Tena. Es, al fin y al cabo, la publicación más famosa en torno a los españoles cautivos. No obstante, mi obra no dialoga con Embajador en el infierno más de lo que lo hace con Enterrados en Rusia, de Calavia Bellosillo, o de Invitado de honor, de Miguel Velasco Pérez. La lectura de todas las memorias publicadas, de la investigación archivística y las entrevistas a los descendientes es los que compone la trama de Un amigo en el infierno.

El trabajo también ofrece una comparativa entre los campos de concentración del Tercer Reich y los Gulags soviéticos.

Aunque no es la finalidad del libro, la investigación sí que trata de diferenciar los campos de concentración alemanes de los campos soviéticos. No se pretende jerarquizarlos en torno al dolor o el peligro, sino que el matiz proviene de un desconocimiento generalizado de lo que es el Gulag. A diferencia de los recintos nazis, los soviéticos buscaban la reeducación en sus prisioneros. Además, tal y como señala Anne Applebaum en su obra GULAG, hasta los guardias y responsables del campo se encontraban en los campos vivían las penosas condiciones –a diferencia de los campos alemanes–. Estos campos de concentración desarrollaban un particular submundo con sus leyes, costumbres, jergas y demás que dejaron «una huella en todos los que estuvieron allí, como prisioneros o como guardias».

¿Cómo fue el retorno de estos prisioneros a la España franquista? ¿Decidieron permanecer o se trasladaron a otros países?

En abril de 1954 regresa el primero de los barcos que se encargó de repatriar a los españoles que se hallaban, cautivos o no, en la Unión Soviética. Habían pasado nueve años desde el final de la Segunda Guerra Mundial, y aunque la bienvenida a los repatriados ocupó todas las portadas de la prensa, al régimen no le interesaba demasiado otorgarles más protagonismo del necesario ya que la mayoría de ellos formaba parte de una División Azul que había combatido a favor de Hitler. En los cincuenta, Franco trataba de ganarse el favor de los demás países europeos y de Estados Unidos, y no le venía bien ser vinculado nuevamente con el Eje. Este ninguneo hacia los divisionarios afectó a algunos voluntarios que mostraron públicamente su desacuerdo con el régimen.

En cuanto a los republicanos, la mayoría decidió quedarse en la Unión Soviética. Se les permitió vivir libremente en el Estado socialista y optaron por rehacer su vida allí en lugar de volver a la España franquista. De todos modos, hubo una minoría republicana que volvió a España. Entre ellos destacan nombres como Pascual Irigoy Nogué, Francisco Molinero García o Ignacio López Barandón.

Aquellos republicanos que retornaron a España sufrieron interrogatorios de las autoridades franquistas y controlaron todos sus movimientos. La dictadura recelaba de los republicanos, y temía que entre ellos hubiera espías soviéticos. Esta presión llevó a unos pocos a verse incapaces de adaptarse a la nueva vida en España y a buscar oportunidades en el extranjero. Se podría decir que el cautiverio no sirvió como purgatorio para aquellos republicanos que todavía tenían juicios pendientes en España.

En tu investigación has entrado en contacto con algunos descendientes de estos personajes históricos, ¿cómo ha sido tu experiencia con la memoria de estos familiares?

Los familiares consultados destacaban por un gran interés en el tema que, a su vez, contrastaba con lo poco que sabían. En este sentido, ya fueran cántabros, mallorquines o ucranianos, los descendientes parecían heredar la identidad política de sus ascendientes –identidad nacional en el caso ucraniano–, y en todo momento han intentado contribuir a la elaboración del libro.

De hecho, desde su publicación me han contactado parientes de algunos de ellos cuya información era escasa. La difusión del libro está sirviendo para que sus familiares alcen la voz y se pueda seguir conociendo más alrededor de estos familiares. Como siempre sucede, a la gente le obsesiona su pasado.

Por último, ¿qué nuevos caminos crees que abre tu libro para la investigación histórica?

El estudio de los españoles en el Gulag todavía tiene un amplio recorrido. Hace falta un registro y análisis de todos aquellos que sufrieron el cautiverio y cuál fue el perfil de aquellos españoles.

Asimismo, si bien aún quedan numerosos datos que conocer dentro del estado de la cuestión y las investigaciones en curso, temas más novedosos como la vida cotidiana en el Gulag o el estrés postraumático en el Gulag son vías posibles para futuros historiadores.

Leer la reseña de Un amigo en el infierno. La odisea de un grupo de republicanos por la Europa de los totalitarismos

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