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Nicolás Sesma | Ni una, ni grande, ni libre. La dictadura franquista | 2024

Franco no fue un genio rodeado de tontos, tampoco un iluso. Al rechazar la idea de un régimen obsoleto, incompetente a varias escalas y cerrado al exterior, Nicolás Sesma destaca su inserción internacional, su diversidad y su capacidad de adaptación para explicar así la longevidad del franquismo. Ni una, ni grande, ni libre sigue una trama cronológica de la dictadura que abarca desde 1939 a 1977, ofreciendo una síntesis extremadamente completa y original.

La política de autarquía del régimen en sus primeros años y los escasos viajes oficiales de Franco a menudo han hecho pensar en una España desconectada de Europa y del mundo. Nada más lejos de la realidad, ya que Sesma insiste en las ambiciones del régimen en el marco internacional, particularmente en relación con sus primeros aliados del Eje. El autor nos recuerda que el régimen estuvo animado, entre otras motivaciones, por ambiciones imperiales, y quiso involucrarse en la Segunda Guerra Mundial. Tal iniciativa fue sin embargo frustrada por la falta de interés de la Alemania nazi, así como por un curso de los acontecimientos poco favorable a la entrada en guerra, primero contra una Francia colaboracionista, y después contra Estados Unidos. Tras el conflicto, y al encontrarse aislado por parte de las grandes democracias mundiales, el país contó con la ayuda de numerosos actores como la Argentina peronista, los Países Árabes o Turquía. A partir de los años 50, Franco aprovechó el contexto de Guerra Fría para ser reintegrado parcialmente a las instituciones internacionales.

Al dejar atrás los peores años a nivel económico, social y represivo, la apertura del régimen se hizo más amplia. El Plan de Estabilización de 1959 tuvo un papel decisivo en esta dinámica, ya que permitió poner en práctica un sistema de modernización financiera similar al de otros países como Bolivia, Paraguay, Argentina, Chile o Francia que se mostró eficaz, aunque incompleto. En este contexto, el turismo o los productos culturales –tales como el fútbol, el cine, la música o la literatura– se convirtieron en marca de exportación de la dictadura al exterior. Esta inserción en la cultura mundial fue un verdadero desafío para el régimen, que tuvo que tratar con el renacer de una oposición interna. Nicolás Sesma nos recuerda que esta modernización —o mutación— no es sinónimo de democratización del régimen, que sigue siendo cruel tanto en su territorio como al exterior de sus fronteras. Además de la violencia que siguió a la guerra civil y la represión, ya bien conocidas por la historiografía, Nicolás Sesma subraya cómo la España de Franco actuó contra las iniciativas que recordaban el pasado republicano del país desde un punto de vista favorable. Así pues, el régimen logró censurar fragmentos de la adaptación cinematográfica de Por quién doblan las campanas en 1943, y luchó después contra la nominación de republicanos exiliados al premio Nobel.

Además de proactiva, la dictadura también fue plural. Si bien Franco empezó su ejercicio de poder de manera más solitaria, después supo escuchar a su entorno. Las eminencias grises tuvieron un papel importante en la vida administrativa y política del régimen: Sesma aclara el rol de Serrano Suñer, Carrero Blanco y particularmente de Manuel Fraga. Este carácter plural del régimen también se destaca en las varias “sensibilidades” (más que “familias”) ideológicas que existieron dentro de la España de Franco, particularmente en la coexistencia de los monárquicos, la Falange o el Opus Dei, entre otras organizaciones. Según el autor, tal tendencia no es peculiar y no quiere decir que el régimen fuera más liberal que otros: Sesma recuerda que la diferencia de opiniones existe en cualquiera dictadura totalitaria, como en la Alemania nazi o la Italia fascista. A lo largo de esta obra, el historiador demuestra que no se tiene que desvirtuar el aparato franquista, sobre todo cuando se compuso de tecnócratas a menudo competentes. Franco supo escuchar a este entorno, bastante completo, en asuntos como las guerras coloniales, en las que la involucración de España habría costado la vida del régimen. Gracias a este libro, escrito a desde el nivel de los artesanos de la dictadura, Nicolas Sesma destruye mitos que aún persisten y envuelven de manera bastante positiva la imagen del dictador: Franco no fue el primer actor de la apertura económica de España, y se opuso igualmente a su democratización. Más bien al contrario, el dictador fue bastante hostil a la política de modernización económica, apoyada por su entorno y necesaria dado el grave contexto económico, aunque acaparó todos los elogios de esa política gracias a su talento de comunicación. Cabe destacar también que durante todo el libro, Nicolás Sesma recuerda la situación diversa en las distintas regiones españoles, que no se vieron afectadas de la misma manera por las iniciativas políticas y económicas de la dictadura. Al examinar de cerca ciertos lugares de encuentro entre el poder y el pueblo, el autor demuestra que la clase baja-media fue un actor involuntario del régimen en razón de sus aspiraciones sociales y políticas. La televisión representa igualmente un caso de estudio sobre los nuevos vínculos de sujeción del poder hacia esta clase.

Gracias al enfoque elegido por Sesma, la obra nos permite cuestionar la naturaleza del régimen. Teniendo en cuenta la definición de Robert Paxton sobre el fascismo, el historiador considera el caso español como un caso “asimétrico”, dado el hecho que su radicalización tuvo lugar a principios del régimen, nacido –y no vencido– en la guerra. La guerra civil ayudó al régimen a incorporar las masas en un nuevo orden político y social construido de las cenizas de la depuración y de la represión. Sin piedad ni perdón, el dictador siempre quiso separar vencedores y vencidos, y también fue capaz de actuar de manera muy feroz en contra de las oposiciones internas hasta el final del régimen. Nicolás Sesma añade que la España de Franco tuvo que acomodarse al contexto internacional y esconder sus atributos más parecidos al nazismo o al fascismo, pero no abandonó el partido único o la primacía del jefe carismático. Además, Nicolás Sesma recuerda que la mayoría de la Falange no se opuso a Franco y los cambios propios al régimen, que siguió estando muy ligado al Movimiento hasta el final de la dictadura.

Ni una, ni grande, ni libre es más que una síntesis, es una obra de historia. Cuando se termina la lectura, queda como poso la idea de un régimen coral, represivo, corrupto, pero bastante eficaz en buena parte de sus iniciativas para garantizar su supervivencia. La historia del franquismo está escrita a la altura de sus números protagonistas, lo que devuelve a Franco a su sitio y deconstruye hábilmente los mitos en torno a su supuesto genio. La historiografía más reciente se mezcla hábilmente en esta obra con la cultura popular, lo que nos invita a la lectura de una manera amena a la vez que nos empuja a continuar una investigación personal sobre el tema. Un libro imprescindible para pensar la historia de España en tiempos de Franco.

Pierre Salmon
École Normale Supérieure – IHMC
GIGEFRA

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