Saltar al contenido

Francisco Rodríguez Jiménez, Carmelo Mesa Lago y Pablo Pardo | Trump. Breve historia de una presidencia singular | 2022

Ha habido pocos líderes políticos en los últimos años con tanta habilidad para conectar con el estado de ánimo de una parte importante de la sociedad estadounidense y para aprovechar el sistema mediático y las redes sociales como Donald Trump. Pero una cosa es la política electoral y comunicativa, donde Trump ha demostrado una indudable competencia, y otra bien distinta es el ejercicio del poder, las políticas gubernamentales. Y precisamente al análisis de esta cuestión se dedica el libro Trump: breve historia de una presidencia singular, del historiador Francisco Rodríguez Jiménez, el economista Carmelo Mesa-Lago y el periodista Pablo Pardo.

La tesis principal de la obra es que las políticas trumpistas fueron mucho menos disruptivas que su retórica. Tras un análisis de su labor presidencial, la conclusión a la que llegan los autores es que se mantuvo en las coordenadas habituales de los gobiernos republicanos de las últimas décadas. A pesar de presentarse como outsider, y de asegurar repetidamente en su campaña electoral de que iba a “drenar la ciénaga” (drain the swamp), una metáfora, por cierto, frecuentemente utilizada en la política estadounidense desde la década de 1980, por Reagan entre otros, en realidad su Gobierno fue continuista respecto a previas administraciones republicanas.

En el ámbito de la política económica es donde más se refleja, según los autores, el abismo entre la retórica que aupó a Trump a la presidencia y el ejercicio real del poder. Si durante su campaña electoral se había erigido en paternal defensor de los trabajadores, prometiendo darles seguridad frente a una globalización liberal que les dejaba cada vez más a la intemperie, lo cierto es que, una vez en la Casa Blanca, sus políticas económicas siguieron la misma línea que sus predecesores republicanos, como Ronald Reagan y George W. Bush: reformas fiscales favorables a las rentas más altas, liberalización y desregulación, aumento del gasto público (principalmente en Defensa), y déficit público. En definitiva, las habituales medidas republicanas destinadas a favorecer a las grandes empresas y a las rentas del capital sobre las del trabajo. Si bien la desigualdad económica ya estaba en aumento en Estados Unidos desde la década de 1980, las políticas de Trump no modificaron un ápice la tendencia.

En cuanto al proteccionismo y su guerra comercial con China, que parecían distinguir a Trump de gobiernos anteriores, los autores destacan que su impacto real fue insignificante, sin alterar en absoluto el déficit comercial con el país asiático. Unas políticas, además, que tampoco tenían nada de novedosas, ya que a se pueden encontrar antecedentes cercanos en las políticas proteccionistas del Gobierno de Ronald Reagan hacia Japón en la década de 1980.

Con respecto a la política exterior, su lema de “America First” y desdén hacia las instituciones internacionales se inscriben en una potente tradición aislacionista, como bien indican los autores, cuyas raíces se encuentran en el siglo XIX y que se ha manifestado recurrentemente a lo largo de la historia estadounidense. Aunque la falta de tacto diplomático de Trump afectó la imagen de Estados Unidos, reduciendo las actitudes favorables en casi todo el mundo, el impacto real del supuesto cambio de rumbo en la política exterior fue mínimo. Organismos emblemáticos de la globalización como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial apenas se vieron afectados por su propósito inicial de reducir el gasto. Pese a algunas declaraciones críticas hacia la OTAN, durante la presidencia de Trump no se tomó ninguna medida concreta para reducir la participación del país en la alianza. El apoyo a Israel y las relaciones con Arabia Saudí persistieron sin grandes cambios, demostrando que la continuidad, mucho más que la transgresión, fue lo que caracterizó su política exterior. El Pentágono, el Congreso, los lobbies y el Departamento de Estado actuaron como contrapesos significativos para limitar la capacidad de actuación del presidente.

Uno de los principales méritos de la obra es contextualizar la figura de Trump en tendencias históricas, políticas, e incluso familiares, de largo plazo. Por ejemplo, su obsesión anti- inmigratoria es explicada en el marco de una vieja actitud racista y nativista que nunca ha abandonado a importantes sectores de Estados Unidos, de los que la familia Trump es buena muestra. Desde principios de los años setenta, un entonces joven Donald Trump y su padre Fred, recibieron constantes denuncias por discriminación racial en los manejos de su negocio inmobiliario. La elección de un presidente afroamericano en 2008 reactivó estos instintos reprimidos, encontrando en el magnate neoyorquino a su principal portavoz.

También el anti-intelectualismo del que Trump ha hecho frecuentemente alarde, hasta el punto de afirmar públicamente en varias ocasiones que amaba a la gente con poca educación, se inscribe en una tradición duradera de la política norteamericana. Históricamente, se ha preferido a líderes directos y campechanos sobre aquellos demasiado cultos y sofisticados. Cuando ha habido disputas para llegar a la Casa Blanca en las que había un desequilibrio bastante acusado en el nivel intelectual y cultural de los aspirantes, los candidatos menos cultos e intelectuales salieron vencedores: Eisenhower frente a Stevenson en 1952, Nixon ante McGovern en 1972, Reagan ante Carter en 1980, o George W. Bush frente a Al Gore en las elecciones del año 2000. Los autores, con acierto, comprenden que no se puede explicar a Trump como una individualidad con características excepcionales, sino que hay que poner el foco en el sustrato del que ha emergido y que le ha sustentado. Visto así, Trump no es un accidente, un acontecimiento excepcional en la política estadounidense, sino el resultado de una serie de poderosas fuerzas latentes en su sociedad, a las que él ha sabido amalgamar e impulsar.

Aunque en la obra se opta preferentemente por tratar de comprender a Trump desde un marco más social e histórico que individual, no se deja de lado la piscología. Para cuadrar el retrato del 45 presidente de Estados Unidos, en la parte del libro donde se aborda su historia familiar es donde se ahonda más en este aspecto. Trump creció en un ambiente familiar poco afectivo y muy competitivo, convirtiéndose en la vida adulta en lo que los franceses denominan un ours mal léché. Se ha escrito mucho al respecto, vinculando a Trump a una personalidad narcisista y a un probable trastorno antisocial de la personalidad, y esta vertiente de su temperamento es interesante para entender algunos de sus comportamientos políticos. Por ejemplo, su incapacidad para rodearse de colaboradores cualificados y duraderos, que habrían dado mayor consistencia y coherencia a su Gobierno. O también su obstinación en desoír las recomendaciones de los expertos durante la pandemia de COVID-19.

Un elemento que quizá podría haberse explorado más es el análisis de la ideología –o la falta de ella- de Trump. En contraposición con sus rivales en las primarias republicanas de 2016, él fue percibido como el candidato más moderno y moderado, posiblemente debido a la falta de una ideología definida, más allá de apelaciones a su éxito empresarial y a un nacionalismo estadounidense muy banal. Candidatos como Ted Cruz, Marco Rubio, John Kasich, Ben Carson y Rick Santorum estaban más ideologizados, vinculados a posiciones reaccionarias y evangélicas. Asimismo, el Gobierno de Trump, a diferencia por ejemplo de los necons que rodearon a George W. Bush en su presidencia, parece haber sido menos ideológico. No se identifica con claridad una estrategia política coherente en su labor de gobierno. Habría sido interesante detenerse en la gente de la que se rodeó durante su Administración, más allá de su círculo familiar. ¿Qué tipo de perfiles priorizó en su Gobierno? ¿Cómo fue la relación con ellos? ¿Por qué estrategas ideológicos como Steve Bannon duraron tan poco tiempo?

Como conclusión de la obra, se puede resaltar la idea de que Trump es un reflejo de su tiempo. Una época que, en términos de comunicación, ha experimentado cambios dramáticos en los últimos años. La provocación, la transgresión, la incoherencia y el insulto sistemático son recursos que hace unos años, en un entorno comunicativo controlado por unos pocos medios de referencia, se consideraban fuera de lugar. Pero ahora estamos en un espacio comunicativo más caótico, caracterizado por la dispersión, revolucionado por la aparición de numerosos medios digitales y por las redes sociales, donde se necesita generar nuevos estímulos a cada momento. Como consecuencia, se ha ahondado en la política como espectáculo, donde lo emocional prima sobre lo racional. Un fenómeno que se inició hace ya varias décadas pero que en este nuevo ecosistema mediático alcanza enormes proporciones. En este terreno, alguien como Trump, con amplia experiencia en el mundo del entretenimiento televisivo, se mueve como pez en el agua. Pero como bien demuestran en su libro los autores, gobernar es muy distinto a comunicar. El libro proporciona cierta tranquilidad ante un posible segundo mandato de Trump: su voluntad se vio atenuada por contrapesos institucionales y factores estructurales significativos, que resultaron ser más fuertes de lo que se pensaba a priori.

Más allá de Trump, parece improbable revertir a corto plazo la polarización que caracteriza a la sociedad estadounidense en los últimos años. Existen fuertes incentivos para liderazgos basados en la creación constante de trincheras identitarias, profundizando en la dicotomía “nosotros” contra “ellos”, que agudizan el cultivo del odio, el miedo y la indignación. Una retórica política que, dado el impacto performativo del lenguaje, afecta muy negativamente a la convivencia y tiene efectos desestabilizadores para la democracia.

El libro de Francisco Javier Rodríguez, Carmelo Mesa y Pablo Pardo, de amena lectura, proporciona numerosas claves para comprender a una figura que, nos guste o no, condensa tendencias políticas y sociales muy vigorosas de Estados Unidos en el siglo XXI.

Daniel Fernández de Miguel
Universidad Carlos III de Madrid

Compartir en