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María de la O Lejárraga y Gregorio Martínez Sierra | Cartas a las mujeres de España | 2022

Con cada reimpresión de esta nueva edición de Cartas a las mujeres de España agotada en pocas semanas y el documental A las mujeres de España. María Lejárraga (Laura Hojman, 2022) nominado a los tres grandes premios del cine español (Feroz, Forqué y Goya), parece que nos encontramos en el momento ideal para recordar y reivindicar la figura y la obra de María de la O Lejárraga (1874-1974). 

Este ejercicio es no solo necesario, sino un deber de rigor histórico, puesto que, tal y como explican los editores Juan Aguilera Sánchez e Isabel Lizarraga Vizcarra en la introducción de esta obra, cada vez más investigaciones afirman que todas las publicaciones firmadas por Gregorio Martínez Sierra fueron íntegramente escritas por su mujer, María Lejárraga. El análisis de la correspondencia del matrimonio apunta a que «Gregorio Martínez Sierra» o «G. Martínez Sierra» fue el pseudónimo —acordado así con su marido— que la autora utilizaba como fórmula para llegar a un público más amplio. Se trataba, en definitiva, de una estrategia comercial: ella escribía las obras y él se encargaba de venderlas.

Así fue el caso de las veinticinco cartas aquí recogidas —veintiséis al añadir el apéndice, que no aparecía en la primera edición—, originalmente publicadas en la sección «La mujer moderna» de la revista Blanco y Negro entre 1915 y 1916 y que, en mayo de este último año, verían la luz en forma de un libro que se convertiría en éxito de ventas. De hecho, en este caso, la colaboración del matrimonio no fue únicamente una táctica de ventas, sino una «astucia femenina», como explicó la autora en 1967, para difundir el feminismo entre las mujeres españolas. Para ella, hacer llegar el contenido era lo más importante y era consciente de que el mismo mensaje feminista hubiera sido mucho más criticado y menos escuchado de haber estado publicado bajo autoría femenina.

De ahí que las cartas no solo estén firmadas con el nombre de Gregorio Martínez Sierra, sino que se dirigen a las mujeres en un tono en ocasiones paternalista o intentando situarse desde la óptica masculina. Es, en conjunto, una manipulación consciente de los mecanismos culturales misóginos para legitimar un discurso feminista.

¿Y cuál es ese discurso feminista que intentaba divulgar María de la O Lejárraga? El acorde a las preocupaciones políticas de las mujeres de principios del siglo pasado: derecho a la educación, al trabajo digno, a la toma de decisiones, al ocio y la cultura, a la felicidad, al espacio propio, a la reunión o al descanso. Es una invitación a la reflexión y a la acción a partes iguales. Pero también, un espacio de conocimiento en sí, al volcar en estas páginas noticias sobre cómo se estaba desarrollando el movimiento feminista en otros países, a qué mujeres se tomaba como referentes, de qué se estaba debatiendo, etc.

Además, la forma en la que plantea estas cuestiones demuestra un profundo conocimiento de cuáles eran los argumentos antifeministas del momento para poder sortearlos. Con una prosa cuidada, de corte intimista y casi poética, Lejárraga va convirtiendo estas reivindicaciones de derechos para las mujeres en obligaciones. Estar sana, ser feliz, ir al teatro, estudiar Historia o Derecho o reunirse con las amigas se plantean como deberes que la mujer española tiene que cumplir para poder llevar a cabo su función en la sociedad de manera satisfactoria.

Así, el feminismo se vuelve una obligación en tanto que la autora lo transforma en la única vía para el correcto funcionamiento social y para el cumplimiento del papel, tanto individual como colectivo, de las mujeres en el desarrollo del país y de la humanidad en su conjunto: «las mujeres deben ser feministas […] porque, si no lo son, contradicen la razón misma de su existencia» (p.50).

Por tanto, al leer Cartas a las mujeres de España, podemos reconstruir una imagen sobre la situación de las mujeres españolas a la altura de 1915, así como de cuáles eran los planteamientos para enfrentarla y las posibilidades de mejora a las que optaban. De igual forma, nos permite rastrear el desarrollo del feminismo español, su relación con el movimiento a nivel internacional y los mecanismos de oposición a los que tenía que hacer frente.

Paula Iglesias Bueno

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